domingo, 1 de mayo de 2011

Cuando mi padre me leía, yo me recostaba sobre él y me volvía parte de su pecho o sus brazos. Y yo creo que los niños que son abrazados y sentados en las piernas - deliciosamente acariciados- siempre asociarán la lectura con los cuerpos de sus padres, con el olor de sus padres. Y eso siempre te hará lector. Porque ese perfume, esa conexión sensorial dura para toda la vida.
Al fin y al cabo, somos animales. Si observamos a los cachorros, veremos que necesitan ser lamidos para sobrevivir. Pues bien, nosotros también necesitamos "ser lamidos" para sobrevivir. Y la lectura se convierte, de alguna manera, en "un lamido". Cuando no solo oyes un cuento entrañable, sino que además estás apretado por la persona más importante para ti en el mundo, la conexión que se establece no puede disolverse. Por ejemplo, ahora estoy leyendo a Shakespeare de corrido, y cuando me alarmo y me asusto, y me detengo y vuelvo a comenzar, hay una especie de conexión visceral, con mi padre, como lector que me hace continuar.
Si hay algún consejo que yo pueda dar, sería ese: Si estás buscando una manera de acercarte a tus hijos no hay nada mejor que sentarlos en las piernas y leer. Cuando los pones frente a un computador o a un televisor o a un televisor, los estás abandonando. Los estás abandonando porque están sentados en un sofá o en el piso y probablemente estén abrazando a un perro. Pero no t
e están abrazando a tí".

Maurice Sendak